domingo, 26 de abril de 2009

THOR Y EL ENANO ALVIS.


El dios Thor, que tiene en sus manos la maza de poder , y el enano Alvis, que vive durante el día escondido bajo las piedras, disputaban por pretender el enano casarse con la hija del dios.

La doncella era tímida y no sabía, realmente, si quería o no casarse con Alvis.

Aunque Alvis era bajo y deforme era muy sabio y elocuente. Thor, alto y bien parecido, le despreciaba profundamente. Thor poseía una fuerza sobrehumana; su cabellera le caía majestuosa sobre los hombros, y su larga barba le cubría el fuerte pecho.

-¿Quién es esta fea criatura -decía el dios señalando a Alvis -que tiene la nariz amarilla? ¿Acaso pasa las noches entre los muertos? La verdad, no me pareces digno de la mujer que pretendes desposar.

-Me llamo Alvis, y poseo cuanta sabiduría pueda albergar un ser. Y si bien es cierto que habito debajo de la tierra, eso no ha de impedir que cumplas con la palabra dada. Estoy dispuesto a conseguir mi propósito.

-Mira, Alvis, yo soy el único que dispone sobre los destinos de mi hija.

Si yo no estaba en casa cuando pediste su mano, mal poda darte ninguna palabra. Nadie, excepto yo, podía prometértela.

-Tú sabes que, en nuestro país, el padre no tiene derecho a negar a un ciudadano libre la mano de su hija.

Sin duda estarás ebrio si te permites desconocer la ley.

-No te valdrá invocar la ley. No te llevarás contra mi voluntad la mano de mi hija.

-Lo sentirás si te opones. No quisiera verme privado de la joven de blancura resplandeciente.

-No te la llevarás -dijo Thor, mientras sonreía maliciosamente- si no respondes -antes a las preguntas que te haga vamos a ver si haces honor a la sabiduría de que presumes.

-Esta prueba no me asusta -respondió el enano, seguro de sí mismo-.

He recorrido los nueve mundos y sé cualquier cosa que sobre ellos se te ocurra preguntarme.

Y entonces el astuto Thor comenzó a interrogar -al pedante y contrahecho enano. Le preguntó el origen de las razas humanas y los nombres que los diferentes seres dan a la Tierra. Y se rió con gusto cuando oyó que lo que nosotros llamamos "tierra verde" los gigantes la llaman "camino", porque sólo les sirve de trampolín para saltar más arriba; los elfos la llaman "fecunda", y los dioses "cascajo". La miran despectivamente desde sus alturas inalcanzables.

Interrogó después a Alvis acerc.a de los nombres del cielo; sobre la morada de los vientos o Vanios; sobre los nombres de todas las estrellas, de los animales y de las plantas. A todo responde el enano sin titubear un instante.

Largo fue el examen y durante el mismo se habló de todas las cosas di vinas y humanas. Pero el enano, mejor que conocer las cosas mismas, lo que sabía eran sus nombres. Su fuerza estaba en su memoria y su lengua.

De esto transcurrió mucho tiempo hasta que Thor comenzó a dar señales de estar cansado y pronto a rendirse.

Pero de pronto, Alvis palideció intensamente y en sus labios se dibujó una mueca de cólera, pues el Sol asomaba ya su rostro por el horizonte. Como a los enanos les está prohibido mostrarse a la luz del día, Alvis no pudo esperar más y se vio obligado a regresar precipitadamente al seno de la tierra sin poder llevarse con él a la novia deseada.