miércoles, 10 de junio de 2009

POESIAS



Amuleto Odal

Resurgen voces del pasado,
bramidos que ponen acento en la noche.
Asfalto ardiendo, hermoso broche
que en tu corazón florece anudado.

Sabes que eres un ángel diferente,
aunque tu aurora ahora no puede brillar.
El aliento del progreso no te puede acuchillar,
sigues en pie, luchando contracorriente.

Hijos de falsa libertad, te odiaran sin piedad.
Veras otras naciones caídas en su yugo, en soledad,
pero el pueblo sigue tragándose su cruenta enfermedad.

Invocas susurros a los ancestrales guerreros.
Ellos desde las estrellas son los nuevos mensajeros,
portadores de sangre y valores imperecederos.

Orgullo inmortal, truenos que sacuden la oscuridad,
plegarias de los dioses que reclaman su legado.
Sobre los campos aguas nuevas caen, lágrimas de su regado,
que te hacen observar las semillas de la realidad.

Sagrado Odal, amuleto de pasión y vitalidad,
emblema europeo sobre la blanca piel.
La tiniebla no te esclaviza, estoicamente fiel,
entrelazada por sus cimientos la sangre de eternidad.

Amanece un nuevo día, una llama al paraíso celestial,
donde los hijos beben de admirable manantial,
y al sorber en tu cuerpo ya anida ese orgullo racial.

Catorce palabras en tu paladar, en tu retina,
recuerda que tu savia aquí no es clandestina.
¡¡Europa despierta, no caigas en su capitalista rutina!


La savia del Mar del Norte

Madre Escandinava, he surcado tus mares
hasta allá donde rompen nuestros cantares,
cultivando sabios deberes ancestrales
que van y vienen en venas naturales.
Mar del Norte, aguas pluviales
bañan tus rocosas olas heladoras.

Ahora tus hijos reciben la llamada de la tierra,
dando reposo a los drakkars cansados de guerra.
Nuestros cuerpos y almas el fuego hierra,
estigma de honor que ahora nuestro corazón encierra.
Los bosques cubiertos en textura blanca,
donde la nieve parece vivir en sustancia estanca.

Los nervios del viento golpean la bonanza,
aguas heladas que suspiran nueva labranza,
piélago que reclama navíos de insigne crianza.
Lágrimas de madre caen, al ver partir a sus hijos.
Así lo dictaminan las runas, llenas de influjos
de druidas que susurran a la luna en alabanza.

El poder de las velas surca el desafió,
escribiendo sobre la tempestad nuevo epitafio.
Ahí donde navegaron dioses y guerreros,
los drakkars caminan con rostros altaneros.
Dominadores del Norte y el más allá,
mas no existe reino mejor que el Valhalla...

POR URBAN
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