lunes, 13 de abril de 2009

LOS NUEVE MUNDOS.



Para los antiguos nórdicos, el Universo estaba dividido en nueve mundos, caracterizados por sus habitantes.

Asgard es el mundo de los Ases (Aesir), la principal raza de dioses nórdicos. Es de difícil acceso debido a sus murallas, y está conectado con Midgard (el reino de los hombres) mediante el Bifrost (también llamado Asbru), el puente del arco iris, vigilado por el dios Heimdall. Cada dios tiene una casa diferente en Asgard; la más conocida es Valhalla, la morada de Odín. Los héroes muertos en combate son llevados por las valkirias a Valhalla. Una manera más rápida de ir a Valhalla es ahorcándose, al igual que hizo Odín.

Vanaheim es el mundo de los Vanes (Vanir), la otra raza de dioses nórdicos, que generalmente realizaban funciones de fertilidad. Los Vanes estaban enfrentados a los Ases, pero finalmente se reconciliaron y llegaron a convivir.

Alfheim es el mundo de los elfos de la luz, presidido por el dios Freyr. Los elfos no tienen relevancia en las leyendas nórdicas.

Midgard es el mundo de los hombres. Midgard fue creado por los dioses nórdicos para defender a la humanidad de los gigantes.

Nidavellir es el reino de los enanos. Algunos enanos de la mitología nórdica son Brokk y Eitri, que realizaron el jabalí dorado para Freyr y Mjollnir, el martillo de Thor. Otro enano es Alberich, un rey que custodiaba grandes tesoros y protagoniza la leyenda del Anillo de los Nibelungos, raza de enanos a la que pertenecía.

Jotunheim es el país de los gigantes. Los gigantes son generalmente enemigos de los dioses, pero también tuvieron hijos con ellos. Está gobernado por Thrym, el rey de los gigantes de hielo. En Jotunheim, donde también viven gigantes de roca, se encuentra la fortaleza de Utgard.

Svartalfheim es el reino de los elfos oscuros. No tienen un gran protagonismo y a menudo se les confunde con los enanos.

Niflheim es el mundo de los muertos. Gobernado por Hel, la monstruosa hija de Loki y la giganta Angrboda, es un reino melancólico al que acuden los hombres que no han tenido una muerte gloriosa. La creencia de que cuando llegue el Ragnarok, la batalla del fin del mundo, Loki y los gigantes llegarán en un barco construido con las uñas de los muertos de Hel creó la costumbre de cortarle las uñas a los muertos para retrasar estos acontecimientos.

Muspellheim es el mundo de los gigantes de fuego, enemigos de los dioses. Es un reino lleno de llamas situado en el sur del mundo. Está gobernado por Surt, el rey de los gigantes de fuego.



Yggdrasil es el "Árbol del Mundo" en la mitología nórdica, que une todos los reinos. Bajo sus tres raíces se encuentran Asgard, Jotunheim y Niflheim. En la base de Yggdrasil hay tres pozos: el Pozo de la Sabiduría, guardado por el gigante Mimir (Mímisbrunnr), el Pozo del Destino (Urdarbrunnr), también conocido como el Pozo de Urd, guardado por las Nornas, diosas del destino, y Hvergelmir, donde nacen muchos ríos. El dragón/serpiente Nidhogg muerde las raíces, acompañado por otras serpientes, para destruir el árbol. En Yggdrasil también viven otros seres, como cuatro ciervos que representan los cuatro vientos, la ardilla Ratatosk y el gallo Vidofnir.

sábado, 11 de abril de 2009

CAMINO A WALHALLA

martes, 3 de febrero de 2009

Las sagas nórdicas




¿Qué es una saga?

En la antigüedad escandinava se llamaba saga a las pequeñas leyendas sobre seres heroicos, mitológicos, etc., como las que de hecho aparecen en las Eddas. Sin embargo, en el siglo XIII apareció en Islandia un género literario al que se aplicó la misma denominación y que no tiene prácticamente relación directa con aquellas antiguas leyendas: la saga propiamente dicha.

La palabra islandesa saga quiere decir "lo dicho, lo contado". En general, podríamos traducirla por "narración" y así se puede aplicar también a las historias narrativas escritas en Islandia y Noruega sobre los reyes de este último país. Sin embargo, el sentido fundamental del término ha pasado a referirse fundamentalmente a un tipo determinado de obra literaria que se produjo en Islandia entre los siglos XIII y XIV, aunque hay epígonos posteriores.

Los estudiosos clasifican las sagas en varios tipos; el principal de ellos es el de las Sagas Islandesas. Otras son las sagas históricas, las caballerescas, las de obispos, las de santos... Nos limitaremos a considerar aquí las de islandeses.

Definir lo que son las sagas es a la vez sencillo y extremadamente complejo. Porque existe una considerable diversidad: tenemos dentro del mismo grupo de sagas de islandeses, algunas de carácter fundamentalmente histórico, mientras que otras unen a partes iguales realidad histórica y ficción, las hay también en que predomina lo ficticio e incluso algunas está claro que son simples obras de ficción sin base histórica. Sin embargo, en general podemos decir que una saga es una narración, cuya acción transcurre en torno a la época de la colonización de Islandia, hasta la conversión del país al cristianismo, en torno al año 1000 y en la que se cuenta la vida de un personaje islandés.

Podríamos compararlas con novelas históricas o con biografías noveladas. En unas y en otras, el autor sitúa la acción en un tiempo pasado y, asesorándose mediante libros de historia, biografías, etc., hace una narración que puede ser completamente inventada, aunque siempre haya algunos elementos de carácter histórico. Los personajes, o el personaje principal, pueden ser inventados también, o reales, en cuyo caso el elemento histórico puede ser más o menos importante, incluso hasta predominar con claridad. Lo mismo sucedía con las sagas, tanto por la forma en que trabaja el autor como por su propio carácter literario.

Los personajes pueden ser muy diversos, aunque predominan los poetas, como Gunnlaug Lengua de Víbora, o los guerreros vikingos, aunque muchas veces un vikingo era a la vez importante poeta, como Egil Skallagrimsson, personaje importantísimo, núcleo de la saga de su mismo nombre, y un poeta nunca desdeñaba las hazañas guerreras, como el mismo Gunnlaug. Pero también podía tratarse de simples campesinos, jefes territoriales, etc., como en la Saga de Hrafnkel. Lo que exigía era que el personaje fuera importante, en cualquier sentido, que en su vida hubieran sucedido grandes acontecimientos y, desde luego, que fuera islandés. De manera que la saga es un género literario narrativo peculiar de la Islandia medieval y que apenas posee contrapartidas en las otras literaturas medievales europeas. Cabe destacar, por fin, que sobre este sentido de la palabra saga se ha llegado a crear una especie de género literario especial contemporáneo, dentro de la novela. El término se usa, sobre todo en el ámbito anglosajón, para novelas que cuentan la historia de una familia. A partir de aquí, el término ha empezado a usarse mucho en castellano con el sentido de "historia de una familia". Lo que, si no coincide plenamente con el significado del término tal como lo hemos definido más arriba, sí se aproxima más a él que la definición del diccionario académico, quien lo define como "cada una de las leyendas recogidas en los dos libros llamados Eddas que se refieren a los antiguos escandinavos".

Otro tipo de narración breve de la misma época recibe el nombre islandés de "thaettir" (thattr en singular). No son propiamente sagas, pues no suelen narrar la vida completa de un personaje, sino que se limitan a una aventura de especial importancia; es posible que, a veces, se dedicara un thattr a un personaje que no se había hecho merecedor de una saga completa, pero que había realizado algún hecho especialmente destacable. Es más o menos también la diferencia que ahora podemos hacer entre novela y cuento o historia corta.



¿Cómo y por qué se escribieron las sagas?

La tradición de estudios literarios e históricos sobre las sagas es ya extensa; podemos decir que comenzó en el siglo XVIII, con el interés anticuario de los eruditos daneses: en Islandia, que fue provincia danesa hasta 1914, seguían copiándose y leyéndose las sagas medievales y muchos manuscritos cayeron en manos de sabios daneses, que los estudiaron y publicaron. Desde entonces, la investigación sobre las sagas ha pasado por numerosos avatares y la dirección de los estudios ha cambiado varias veces. Lo que sigue es un resumen de las principales ideas que han ido apareciendo en este período de tiempo.

Los islandeses siempre han sido aficionados a las historias y siguen siéndolo. Desde los principios del país, colonizado a partir del año 874, los islandeses gustaban de componer historias en verso y, posiblemente, también en prosa sobre personajes de la historia de su país, especialmente de la época de la colonización. Estas historias no se escribían, sino que tenían carácter exclusivamente oral. Su función era múltiple: por un lado servían de entretenimiento, pero también guardaban los recuerdos históricos, las genealogías de las familias, los hechos más importantes que habían sucedido en el país, en cada región y en cada una de sus familias principales; servían así, en cierto modo, para mantener la relación entre familias del mismo origen establecidas en lugares distintos de la isla.

Para los partidarios del estudio "romántico" de las sagas, predominante en el siglo XIX y principios del XX, y que aún cuenta con algunos defensores, aunque pocos, aquí radica el origen de estas obras literarias. El proceso de creación de éstas sería, según ellos, más o menos como sigue.

Algunos personajes y algunas familias de especial importancia, como la del vikingo y poeta Egil Skallagrimsson, contarían con numerosas historias, que se transmitían oralmente. En lugar de ser simples narraciones libres, que variaban cada vez que se recitaban, llegaron a codificarse de manera que el narrador las aprendía de memoria, al pie de la letra. Para ello se ayudaban con algunas características del estilo literario propias de la transmisión oral, como las repeticiones, las fórmulas fijas, etc. Como no podía menos de suceder, pese a los intentos de fidelidad a la versión inicial, los errores de memoria o los gustos del narrador podían producir variaciones, de manera que la historia cambiaría según quien la contara, aunque siempre dentro de unos márgenes bastante estrechos. Estas historias orales se conservarían entonces a lo largo de varios siglos, pues suponemos que se originarían poco después de la muerte de los personajes, si no en vida de éstos. En resumen, es algo similar al origen que se considera aún válido para los cantares de gesta, como el Mío Cid español, el Cantar de Roldán francés, etc.

Esto explicaría, aparentemente al menos, varias cosas. En primer lugar, ciertos rasgos estilísticos de las sagas, propios del lenguaje hablado y no del escrito; además, la existencia de variaciones más o menos grandes entre diversos manuscritos de las sagas. Finalmente, explicaría el carácter histórico, al parecer muy considerable, que podemos asignar a las sagas; este carácter histórico llega hasta el extremo de que, por ejemplo, en una de las más grandes sagas, la de Njál, se cuenta la quema de la casa de uno de los principales personajes, Gunnar de Hlidarendi, indicando cómo fue la lucha y también dónde se produjo exactamente. Y, en efecto, en los años 20 de este siglo, los arqueólogos descubrieron en el lugar indicado los restos de una casa quemada que coincidían con la descripción de la saga; o la narración de la Saga de Erik el Rojo sobre los asentamientos islandeses en Groenlandia, que se vio confirmada por los hallazgos arqueológicos; justo donde tenían que encontrarse se encontraron las cosas que se esperaban. El caso extremo, en cierto modo, o el más llamativo, es el de la narración de los viajes a Vinland (América del Norte), en la misma Saga de Erik el Rojo: las descripciones geográficas se han intentado identificar con el terreno de la costa nordeste de Norteamérica y algunas observaciones que en la saga se hacen sobre los indios parece coincidir exactamente con las que aportaron viajeros europeos en los siglos XVI y XVII: comidas extrañas, armas aún más extrañas, costumbres como dormir bajo una canoa volcada y otras muchas cosas aparecen en la saga y parece que luego se han confirmado. Y hoy día parece que no cabe duda de la presencia efímera de los groenlandeses e islandeses en Norteamérica y algunos restos arqueológicos encontrados en la zona es muy posible que sean de origen escandinavo. Todo ello parece apuntar a una considerable fiabilidad histórica en las sagas. Lo que, desde luego, no sería extraño si las sagas no fueran sino historias contadas oralmente sin modificación, prácticamente ni siquiera literal, desde la época en que sucedieron los hechos.

La saga es, para los estudiosos partidarios de esta teoría, un género oral puesto por escrito varios siglos después de sucedidos los hechos; los escribas no hicieron más que poner sobre pergamino las historias que les contaban. Lo que explicaría, de paso, por qué las sagas son anónimas.

Hasta aquí la teoría tradicional, romántica. Pero las cosas parece que no coinciden como debieran. Hoy día, la inmensa mayoría de los estudiosos de las sagas son de otra opinión: no se trata de un género oral, sino escrito, obra de autores individuales que las crearon en forma similar a como un novelista moderno crea una novela.

Esta teoría, predominante hoy, tiene también sus variantes. Así, algunos llevaron esta idea de creación escrita personal a sus consecuencias extremas. No nos ocuparemos de estas opiniones tan desprestigiadas hoy como las que vimos en primer lugar, sino que tendremos en cuenta solamente lo que hoy día parece ser la explicación más plausible del origen de estas narraciones islandesas.

Podemos explicar la aparición de las sagas escritas como resultado de una compleja serie de factores. Existían sin duda las narraciones orales a las que hemos hecho referencia; pero éstas eran breves y, posiblemente, carecían de la codificación que antes dijimos. Se tratarían de simples historias en las que se recogía información de varios siglos atrás, pero sin una considerable labor literaria. Antes sólo existía el alfabeto rúnico, que nunca se utilizó, que sepamos, para escribir textos extensos, sino sólo para inscripciones, mensajes, etc. (quizá también para escribir los poemas escáldicos, de los que luego hablaremos). Con el cristianismo llegó el alfabeto romano, que fue rápidamente adoptado y adaptado a las necesidades de la fonética islandesa. Pero llegaron más cosas. Entre otras, una relación con los centros de la ciencia medieval, por ejemplo París. Islandés fue el primer sacerdote escandinavo que estudió en la ciudad francesa. Llegó el conocimiento de la literatura latina medieval (y de algunas literaturas en las lenguas vernáculas) y algo de la literatura clásica latina. Así, los islandeses conocieron historias del mundo, historias de santos, de la Virgen, narraciones bélicas, etc., incluyendo algunas obras de ficción además de las puramente teológicas. Los islandeses tenían ya un considerable interés por la literatura, reflejada en la poesía, sobre todo la escáldica, de los siglos IX al XII; el género escáldico llegó a convertirse en una especialidad literaria de monopolio islandés: islandeses eran los escaldas que viajaban por las cortes escandinavas y en las Islas Británicas. También fue en Islandia donde más tiempo se conservaron las tradiciones literarias (y otras como las mitológicas) escandinavas, lo que explica que, por ejemplo, en época cristiana se siguieran componiendo poemas de tema religioso pagano. Con el cristianismo, el nuevo alfabeto y el nuevo conocimiento de otras literaturas empujaron aún más el gusto islandés por la literatura. Se empezó, como en otros lugares de la Europa medieval cristiana, a redactar historias de personajes sagrados; primero en latín, pero enseguida en islandés. Este paso, más rápido que en otros países europeos, a la lengua vernácula se vio favorecido por la ya mencionada tradición literaria oral y por dos peculiaridades islandesas: el mantenimiento de la lengua, sin cambios y prácticamente sin variaciones dialectales como consecuencia de la igualdad social, relativa pero mayor que en ningún otro país europeo, y el orgullo nacionalista, tan bien representado en las mismas sagas y, sobre todo, en muchos thaettir. Los islandeses tenían sus modos de vida, y entre ellos encajaba perfectamente expresarse siempre en su lengua, incluso para cosas que en otros sitios se hacían en latín.

Comenzó así una considerable actividad literaria en lengua islandesa, en los géneros usuales de la época. A veces traducciones, pero sobre todo creaciones propias, y en todos los terrenos. Había historias del mundo e historias de los países (por ejemplo la historia de Britania de Beda el Venerable, bien conocida en Islandia) y los islandeses quisieron escribir también su propia historia. Como ésta era muy reciente, había dos posibilidades: contar la breve historia de Islandia, especialmente los sucesos que rodearon su descubrimiento y su colonización, o narrar la historia de Noruega, país del que procedían la mayor parte de los colonizadores; como la historia de un país era la historia de sus gobernantes, de sus reyes, la historia de Noruega, primer capítulo de la de Islandia, se convirtió en las historias de los reyes de Noruega.

Y los islandeses trabajaron por todas estas vías: redactaron historias de la Virgen, de santos extranjeros, pero también de sus propios obispos, popularmente santificados; redactaron historias de los reyes noruegos, en su conjunto o individualmente y también narraron la colonización de su propio país. Estos libros se escribían a la manera de cómo se hacía en otras partes: recurriendo a las fuentes, que en Islandia eran casi exclusivamente orales al principio; cuando hubo ya un corpus literario e histórico importante, lo que sucedió enseguida, a esas fuentes orales se unieron las escritas, no sólo islandesas, sino también extranjeras. Surgieron así, primero un breve "Libro de los Islandeses", del sabio Ari Thorgilsson, siglo XII, luego sucesivos "Libros de Colonización", anónimos algunos, de autor conocido otros; se escribieron historias como las llamadas "Sagas de Obispos", resúmenes de la historia de Noruega como el "Ágrip" ("Resumen"), historias del rey noruego Olav Haraldsson el Santo, etc. Podemos decir que esta tradición culminó con una magnífica obra historigráfica: las "Historias de los Reyes de Noruega" o "Heimskringla" de Snorri Sturluson, importantísimo político y escritor islandés del siglo XII-XIII.

La Heimskringla es llamada así por las primeras palabras del texto: "El círculo del mundo...", heims kringla en islandés. Se trata, para muchos, de la mejor obra de su estilo en el medievo europeo; es un libro extenso, que trata las vidas de los reyes noruegos desde sus orígenes míticos; su gran valor histórico va parejo con su excepcional interés literario. Un elemento que llama la atención en toda esta literatura islandesa, incluida la obra de Snorri, es la ausencia, comparativamente con las tradiciones del resto de Europa, de ingredientes fabulosos. Los islandeses, realistas y pragmáticos, llevaban el realismo a sus obras históricas, sometiendo sus fuentes a una criba crítica y rechazando todo lo que parecía increíble o improbable.

Lo más plausible parece ser el ver en todo esto el origen de la saga: igual que se escribían las vidas de los grandes personajes extranjeros, por ejemplo de los reyes noruegos, se podían componer biografías de los grandes personajes islandeses. Como en Islandia no había nada que pudiera compararse directamente con las aristocracias europeas, también escandinavas, había que otorgar su grandeza al personaje en virtud de sus hechos. Todo consistía, por tanto, en escribir vidas de islandeses notables del mismo modo que se escribían las de extranjeros destacados. Así, junto a las vidas de santos, de obispos y reyes, aparecen las de islandeses.

Esto servía para poner de relieve la importancia de la nación islandesa: un pueblo se medía entonces por la grandeza de sus individualidades. Por otra parte, en la época en que se escribieron las sagas, había considerables tensiones con los reyes noruegos, que deseaban convertir a la isla en simple estado vasallo, privándola de su ya secular independencia. La lucha contra los afanes expansionistas noruegos prosiguió hasta la definitiva absorción en el siglo XIV y la literatura servía también aquí de arma política. En muchos thaettir, por ejemplo, y en algunas sagas importantes también, encontramos claramente reflejado el antagonismo noruego-islandés.

Las sagas de islandeses transcurren en la época heroica de la isla, pero también hubo sagas de contemporáneos, que trataban los acontecimientos de la misma época de redacción o poco antes. No se trataba de simples crónicas, sino de historias noveladas donde no sabemos siempre qué es cierto y qué inventado. Es decir, pese a la diferencia cronológica de su acción con las sagas de islandeses en sentido propio, guardan con éstas una estrechísima relación.

Podemos suponer que las sagas de islandeses se compusieron como otras obras cultas de la época, no sólo en Islandia: un autor, muy a menudo un monje, otras veces alguien relacionado de algún modo con un monasterio, otras veces un importante personaje político, escribía "ex ovo" la historia de un personaje anterior, que normalmente había sido antepasado suyo o, simplemente, había vivido en su región o en aquella en la que residía el autor. Para hacerlo utilizaba todas las fuentes posibles. Sin duda, fuentes orales, no sólo historias sino también recuerdos, anécdotas, etc., transmitidas de generación en generación. Pero también fuentes escritas: listas genealógicas, los libros de la colonización, otras sagas y otras historias: no podemos olvidar que la acción se sitúa en época ya lejana para el autor, y que tenía que asesorarse bien sobre los sucesos históricos. Con todo ello y tras un proceso de crítica de las fuentes en el que se rechazaba todo lo increíble para la época, casi todo lo maravilloso y buena parte de lo fabuloso, se redactaba la obra siguiendo un plan previo del autor. No se trata, por tanto, de narraciones orales pasadas al pergamino, sino de obras literarias escritas.

Esto nos obliga a plantearnos las cuestiones que parecía explicar la teoría oral: el carácter histórico, las variantes, el por qué del anonimato de sus autores, etc.

En cuanto al carácter histórico de las sagas, podemos distinguir dos cuestiones: en primer lugar cómo explica la nueva teoría la indudable historicidad de buena parte de las sagas; en segundo lugar, hasta dónde llega realmente esa historicidad.

Desde luego, decir que las sagas no son simples plasmación escrita de una tradición oral secular inalterada no quiere decir que carezcan de todo valor histórico. Porque, en último término, parte de las fuentes utilizadas para escribirlas sí tienen ese carácter secular inalterado al que nos hemos referido. Una parte de la numerosísima información de carácter histórico que se nos proporciona parece indudablemente fiable, precisamente porque se apoya en fuentes anteriores. Pero, al tratarse de obras creadas por un autor determinado con fines sobre todo literarios, mucho más que históricos, aparecerán también muchas cosas carentes de realidad histórica.

Así, en numerosas sagas, entre ellas la de Gunnlaug Lengua de Víbora, encontramos temas, motivos y personajes sospechosamente repetidos: el joven que debe viajar al extranjero a fin de hacer méritos para casarse con su amada, y que es engañado por un amigo que se convertirá en marido de aquella; la lucha singular con un berserk amenazante; se trata de dos motivos que aparecen en sagas aparentemente no relacionadas entre sí. El primero de ellos, para poner sólo ese ejemplo, reaparece en varias vidas de poetas y parece que se ha convertido en tema literario obligado para este subtipo especial de sagas.

En estas condiciones, parece que una parte al menos de los hechos que se narran en las sagas no son históricamente ciertos. El autor podría inventarse aventuras, peripecias, personajes, pero también podía tomarlos prestados de otras sagas u otras obras literarias o simplemente de las convenciones literarias de la época. Un ejemplo claro de todo esto es la aparición de los poemas escáldicos en las sagas. En el prólogo a su Heimskringla, Snorri explicaba que una de las fuentes más importantes y más fiables para conseguir información histórica veraz y objetiva eran las composiciones de los escaldas o poetas cortesanos. Decía Snorri que, como los poemas se recitaban públicamente en presencia del rey y de su corte, era impensable que en ellos se narraran hazañas inexistentes o que se exagerara demasiado, porque ello se consideraría burla y no alabanza.

Estos poemas escáldicos nacieron hacia el siglo VIII y IX y, como ya hemos dicho, se convirtieron con el tiempo en casi monopolio islandés. Se transmitían oralmente, lo que se veía muy facilitado por su misma estructura métrica estricta y con aliteración, rimas internas y en ocasiones externas, utilización de paráfrasis muy complejas, especie de metáforas llamadas "kenning" y una sintaxis y, en general, una dicción poética muy peculiares. En Islandia, este tipo de poesía se resistió durante mucho tiempo a la influencia de la poesía de origen e inspiración europea continental y llegó a utilizarse incluso para la composición de obras de carácter cristiano. Prácticamente sin modificación de ningún tipo, estos poemas se conservaron hasta que, en la época de creación de las sagas, pasaron a fijarse por escrito. Su valor histórico es, por tanto, elevado y las observaciones de Snorri parecen hoy todavía válidas en buena parte.

Prácticamente casi todas las sagas incluyen poemas escálidicos para glosar situaciones, hazañas, etc. Se trata de un resto de su origen como derivación de las obras de carácter historiográfico. En general, se considera que la aparición de esas composiciones son una especie de garantía de por los menos una buena parte del contenido de las sagas.

Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. Porque se ha podido demostrar que algunas de las composiciones que aparecen son falsas: en unos casos se trata de falsas atribuciones, por ejemplo a Gunnlaug Lengua de Víbora se le atribuyen algunos poemas de otro escalda anterior, al que también se le dedicó una saga, redactada antes de la de Gunnlaug: Kormak. En otros casos se trata posiblemente de poemas compuestos para la ocasión por el mismo autor de la saga; es le caso, entre otros, de algunos poemas que se dice, en la Saga de Egil Skallagrimsson, que fueron compuestos por su autor a los tres años de edad. Igual que el escritor contemporáneo de novelas históricas puede inventarse documentos, libros y demás, el autor medieval de la saga podía inventarse, si lo consideraba útil o conveniente, alguna estrofa escáldica para dar así un tono más histórico a su narración.

Por otra parte, aunque la cronología de las sagas no está del todo clara, parece que las primeras contenían un número mucho mayor de estrofas escáldicas y que, según pasaba el tiempo, éstas iban siendo menos numerosas, hasta llegar a la composición de sagas que, como la de Hrafnkel, no tenían ninguna o bien otras sagas como la de Njál, que tenían muy pocas. Es decir, parece que según fue pasando el tiempo predominó cada vez más claramente el elemento de ficción y fue perdiendo importancia el aspecto histórico. Esto sería una evolución lógica a partir del origen de las obras de carácter historiográfico: las sagas empiezan como historias noveladas para acabar prácticamente en novelas
de ambiente histórico.

De manera que las sagas tienen una parte de verdad pero otra, tanto o más importante, de simple ficción. Pueden seguir utilizándose como fuentes históricas, pero no considerarlas como historias verdaderas al cien por cien, como pretendía la interpretación romántica.

Nuestro segundo problema es explicar las variantes entre diversas versiones de las sagas. Se trata de una cuestión muy compleja en la que no podemos entrar en detalle. Señalaremos tan sólo que los manuscritos de sagas que se poseen son, además de muy numerosos, de muy diverso carácter y antigüedad. En general, no los hay de la época de redacción, es decir, no se trata de los manuscritos originales, no son autógrafos de los autores. Además, los manuscritos son a veces completos y a veces fragmentarios, en ocasiones se recogen las sagas completas y en otros casos sólo partes de ellas. Teniendo en cuenta que las sagas se copiaban y recopiaban, se compraban, vendían, prestaban y hasta robaban, y ello desde la época de su redacción hasta prácticamente el siglo XIX, no puede resultar extraño que aparezcan variantes, incluso considerables.

El tercer problema es el del anonimato de los autores. Era perfectamente explicable en el caso del origen oral. En realidad el anonimato es algo peculiar de la literatura medieval, aunque probablemente menos de lo que tradicionalmente se ha pensado; ese anonimato era menor en las obras científicas, pero frecuente en las puramente literarias. En Islandia conocemos autores de obras de la primera clase: Snorri Sturluson o Ari el Sabio, por citar sólo dos. Además, teniendo en cuenta lo dicho sobre los manuscritos, parece lógico que no se recogieran de un manuscrito a otro, detalles realmente secundarios como el nombre del autor, que no le decían prácticamente nada al campesino islandés varios siglos después de que la saga se hubiera redactado.

En cuanto al estilo, indiscutiblemente más propio de lo oral lo conversacional o incluso coloquial que de lo escrito, parece incluso una razón más a favor de esta teoría: resultaría difícil memorizar, por ejemplo, los extensos pasajes dialogados de sagas como las de Hrafnkel o la de Njál. Por otra parte, podemos observar un contraste con el estilo, mucho más barroco, calcado a veces del latín, de otras narraciones como las vidas de obispos. Las sagas de islandeses, que trataban de personajes populares, conservaban el estilo popular: se escribía como se hablaba, posiblemente, aunque no podamos saber si se trata de algo buscado o del resultado de una falta de tradición suficiente en la producción de obras literarias escritas. Además, sin embargo, en el estilo de las sagas encontramos mucho de convencional, tomado de modelos diversos, incluso no islandeses.



Centros de producción de las Sagas.

Son fundamentalmente regionales, tanto por sus personajes como por sus autores, como ya hemos visto. Se pueden establecer grupos de sagas por la región en que se desarrollan, que suelen coincidir además con las regiones donde se encontraban los centros de enseñanza en torno a los cuales se escribieron.

Existen, así, sagas de la región del fiordo de Borg, como la de Gunnlaug o el thattr de Gisl Illugasson, pues sus personajes proceden de esa región donde se asentaron sus familias de las que luego procederían personajes tan importantes como Egil Skallagrimsson, el mismo Gunnlaug o, más tarde, Snorri Sturluson. Es decir, se escribieron ciclos completos de sagas, muchas de las cuales se han perdido, sobre las grandes familias de cada región de Islandia.

Los centros de producción de las sagas coinciden aproximadamente en unos casos, exactamente en otros, con las regiones de desarrollo de las mismas. En Islandia, como en otros sitios, fueron los monasterios los grandes centros literarios. Pero, a diferencia de otros lugares de Europa, en ellos no se redactaban sólo obras de carácter religioso, sino que se prestaba gran atención a las obras profanas: si los autores fueron en muchos casos los mismos monjes, éstos sabían separar perfectamente las dos facetas de la vida. Unas veces trabajaban como hombres de la Iglesia, otras como literatos islandeses, aunque en ocasiones, como en la Saga de Hrafnkel, supieran unir hábilmente ambos aspectos, creando obras de inspiración cristiana, muy probablemente con fines edificantes, siguiendo el estilo de las obras puramente seculares de entretenimiento. Hoy día se presta cada vez más atención a la influencia del cristianismo sobre las sagas y en varias de ellas se cree ver una clara inspiración religiosa, magistralmente combinada con la descripción precisa de las aventuras, las instituciones y el modo de vida de los islandeses de época pagana.

Centros islandeses de erudición, enseñanza y religión a la vez que de producción literaria fueron los obispados de Skálholt, en el sur de la isla y de Hólar, en el norte; centros de enseñanza como el de Oddi, donde se formó Snorri, estaban estrechamente unidos a ellos. Monasterios, de los que había muchos en el país, como los de Mödruvellir, en el norte, Helgafel en e oeste, Vídey en la región de Reykjavík, etc., tienen una importancia fundamental para comprender la aparición y el desarrollo de las sagas.



Las épocas de las Sagas.

Se desarrollan entre los siglos IX y XI, en la que podemos llamar época heroica de Islandia. Esto sirve para diferenciarlas de otro tipo de obras llamadas también sagas: las de obispos y de familias contemporáneas, que pertenecen a la época cristiana; las de la antigüedad, cuyos personajes vivieron antes de la época heroica: desde el siglo IX hasta los principios de la epopeya germánica, como la Saga de los Volsungos, que desarrolla temas que reaparecerán en el Cantar de los Nibelungos alemán y que se remontan al siglo V o incluso antes.

La época en que se produce la acción de las sagas es muy distinta a la que ve su nacimiento: en los siglos IX al XI, Islandia era una sociedad germánica-escandinava tradicional, pagana, aunque sometida ya a considerables tensiones que desembocarán, hacia el año 1000, en la conversión oficial del país al cristianismo, por decisión mayoritaria de la gran asamblea o thing. No se trata de una lucha religiosa, sino fuandamentalmente social y cultural: la sociedad pagana tradicional iba estando cada vez más influida por la cultura y la vida económica y política de los estados europeos.

En la época heroica en que se colonizó Islandia y su población fue creciendo y se formaron las instituciones y se desarrolló el carácter peculiar de lo islandés frente al resto de lo escandinavo, tenemos todavía las principales características de lo que era la sociedad germánica primitiva, aunque en progreso de rápido cambio: una cierta igualdad social, sin que existiera una nobleza claramente destacada del resto de la población, mayoritariamente compuesta de hombres libres propietarios de tierras y de esclavos generalmente de origen céltico; instituciones democráticas como el thing, donde se reunían los hombres libres para impartir justicia, tomar decisiones políticas y modificar las leyes o hacer leyes nuevas; costumbres como la de viajar en verano al otro lado del mar, generalmente a la península escandinava y a las islas Británicas, para hacer comercio, participar en expediciones vikingas, visitar parientes, conseguir favores de los reyes o para ver mundo. Pero, sobre todo, una serie de principios y valores éticos y morales netamente paganos, en los que primaban la idean del destino, el valor personal como único medio de ser recordado como gran personaje después de la muerte, la hospitalidad, elemento fundamental en la sociedad tradicional, la fidelidad y la amistad a los familiares, amigos y jefes. Pero también cosas que ahora consideraríamos como antivalores: la capacidad de emborracharse sin medida, de ser cruel e implacable cuando parecía necesario, de elevarse por encima de los demás... antivalores que eran valores positivos para aquella época. Gran parte de esa ética, de esos principios morales y de comportamiento, se reflejan también en obras llegadas a nosotros desde la época pagana, como el Hávámal o Discurso del Altísimo, largo poema compuesto por aforismos, refranes y recomendaciones de conducta.

Un aspecto fundamental, imprescindible para entender buena parte de las sagas, es lo que hoy llamaríamos sistema penal. Cuando se producía un delito grave, generalmente una muerte, los familiares de la víctima podían optar entre pedir una compensación económica o vengarse en el culpable de la muerte o en algunos de sus familiares. En este caso era a su vez el turno de éstos, y podía producirse una cadena de venganzas sangrientas que llegaban a involucrar a un número considerable de personas en atentados, emboscadas y batalles campales. También se podía acudir al thing y hacer juzgar al asesino. En la asamblea se podía tomar la decisión de promover un acuerdo entre las familias afectadas estableciendo compensaciones económicas, o bien condenar al asesino al destierro; término éste, por otra parte, que no corresponde exactamente a la pena, pues no se trataba de la simple expulsión de la región o del país, sino que implicaba la indefensión absoluta del condenado de forma que cualquiera podía matarlo sin incurrir en responsabilidades y todos sus bienes podían ser incautados en manos de los familiares o amigos de la víctima y las actuaciones, aunque "legales", solían ser violentas. Si, como sucede en la Saga de Hrafnkel, el condenado tenía gran poder, podía resultar díficil, o imposible incluso, hacer efectiva la condena.

Las sagas se escriben fundamentalmente en los siglos XIII y XIV. Es una época fundamental en la historia de Islandia, y su terminación marca el fin de la independencia política y de la pervivencia de la tradición, aunque parte de ésta podrá sobrevivir en las aisladas granjas islandesas hasta mucho más tarde.

Islandia es por entonces cristiana desde hace varias generaciones, y los cambios que antes apuntamos habían culminado: sin llegar a crearse un ejecutivo central, todo estaba en manos de los jefes regionales, sucesores de los antiguos godar. Había conflicto entre éstos y los campesinos libres que habitaban en sus distritos, pero también entre los jefes y la Iglesia, pues aquellos habían querido perpetuar su poder religioso como "apéndice" del poder civil y la Iglesia, después de las reformas de Gregorio VII quería ser plenamente independiente en el terreno espiritual y, aún más, intervenía directamente en la vida política y económica. Se produjeron así guerras civiles que se prolongaron durante bastantes años. La isla vivía en un estado de total inseguridad civil, y el más poderoso abusaba sin escrúpulos de su poder y sus prerrogativas.

En esta situación, los deseos expansionistas de los reyes noruegos (y los daneses) encontraron terreno abonado. Participaron directamente en las luchas intestinas islandesas, y personajes como Snorri mantuvieron un equilibrio más que díficil entre el deseo de independencia nacional, la necesidad de estar en buenas relaciones con el rey noruego y la inevitabilidad del enfrentamiento con otras grandes familias islandesas. Tan díficil era ese equilibrio que el mismo Snorri murió asesinado por ello.

Pero, al mismo tiempo que se producían todos esos complejos acontecimientos, en Islandia florecían las letras. Desde el siglo XII se habían comenzado a componer obras islandesas y a traducir obras extranjeras, y los centros islandeses de enseñanza desarrollaban una considerable actividad, muy superior a la de otros países escandinavos como Noruega o Dinamarca, para no hablar de Suecia, recientemente cristianizada y donde aún no se había asentado definitivamente la nueva cultura y las nuevas formas de vida. De este modo, Islandia producirá una literatura magnífica, formada por las distintas clases de sagas, las obras historiográficas, las recopilaciones de leyes, las traducciones, etc.., al tiempo que se ponen por escrito poemas orales de época pagana como la Edda, compliación de antiguos poemas mitológicos y heroicos, o la ya mencionada poesía escáldica. El que todo esto suceda en una época de gravísima crisis interna y externa no deja de encajar en una pauta de carácter bastante universal.

lunes, 12 de enero de 2009

El espíritu del guerrero Odínico




El espíritu del guerrero Odínico .
Por Vjohrrnt V. Wodansson
Entre las muchas y grandes parodias de un supuesto resurgimiento de la tradición primordial Asatrú, seguramente uno de sus más controvertidos aspectos es la total ausencia de un espíritu odínico en el hombre. En la vía del guerrero de los Einherjar, los guerreros elegidos por Odín han perdido sus pieles de lobo y de oso sólo para ser reemplazadas por un antinatural pensamiento cristiano pacifista y humanitarista. Cualquier vestigio del don que para los hombres hiciera Alljörd (El Padre de Todo, por Quien Todas las Cosas se Hicieron, en germano antiguo): el Oend (aliento de vida), y de su hermano Hoenir: el Odhr (entusiasmo) han sido eliminados en el Hombre verdadero, y su pueblo no puede ya permanecer en pie, orgulloso, frente a los decadentes falsos valores del Cristianismo y sus imperfectos dogmas. El puente hacia las doradas Salas del Walhalla ha sido cerrado y las Walkirias ya no suben a su grupa a los héroes caídos en el campo de batalla, pues la guerra ya no es la vía válida que una vez fue para nuestros ancestros y para los ancestros de nuestros ancestros. Sentado sobre su alto trono, el dios tuerto estará sin duda expectante ante las noticias que le puedan traer Hugin y Munin… noticias de un Despertar pagano.

En esencia, todas las tradiciones del Paganismo nórdico, como el eslavo, céltico, teutónico, etc., incorporan la vía del guerrero entre otras vías posibles de realización espiritual. Las antiguas tribus “bárbaras” sabían que esta vía era uno de los procesos naturales de la vida del Hombre. Era ante todo una búsqueda del despertar del fuego inmortal, del aliento de vida de Odín. Se trataba de un innegable instinto primario para el hombre que buscaba probarse a sí mismo y también a los demás, pero ante todo y sobre todo a sí mismo. Para ser un verdadero hombre, el joven recibía su primera espada y era iniciado en las vías del combate por su padre. Siendo aun casi un niño, podía morir, teniendo también el poder de dar la muerte a otros, siendo pues un hombre. En nuestros tiempos modernos, el joven es sometido a un verdadero lavado de cerebro, y debe olvidar, aceptar, tolerar y amar sin restricciones ni discriminaciones. Esta NO es la vía del guerrero. La naturaleza del hombre no es “amarlo” y “tolerarlo” todo, en la medida en que ello solamente puede devenir en una debilidad para sí mismo que a su vez solamente puede revertir en su pueblo. Amor, tolerancia, aceptación y perdón no son necesariamente y en sí mismos sentimientos erróneos, pero sí cuando no son estrictamente seleccionados por parte de aquel que aplica tales valores. La naturaleza profunda del hombre es combativa y beligerante. Odín, a menudo, gustaba crear conflictos entre los clanes solamente para divertirse en las guerras de los hombres; guerras que también le permitían contemplar quién era un buen observador de sus enseñanzas y quien no había comprendido la vía de la espada.

En el contemporáneo movimiento Asatrú hay muchos hermanos que niegan esta honorable vía, concentrándose solamente en los aspectos exotéricos de la fe Asatrú y negando sus esencias esotéricas. Pero esta “mancha” es un elemento tradicional de la cultura pagana de nuestro pueblo, y toda vía de comunión con los Dioses y Diosas exige el verdadero poder de los rituales de veneración contenidos en su simbolismo primordial. Por lo mismo, sin los rituales, los atuendos o las palabras correctas, el poder del rito es sofocado y su significado inicial llega a ser incomprendido por los Dioses y las Diosas. Y ocurre precisamente que la mayor parte de esta tradición esotérica es la vía del guerrero. Para el verdadero guerrero los combates no solamente se libran en el campo de batalla, sino en el alma, en el corazón y en el espíritu. Las mayores batallas, las verdaderas batallas gloriosas, nunca son aquellas que se combaten contra un adversario humano, que a fin de cuentas es meramente “humano”, sino contra las propias capitulaciones ante el camino elegido. El “Enherjar” labra un surco solitario, recorre un duro camino repleto de constantes emboscadas y traiciones. Se trata de su propia elección, por supuesto, y una vez en marcha en este camino azaroso no hay posibilidad de vuela atrás, sino a costa del propio orgullo y honor.

Para el hombre moderno no existen los grandes desafíos, las grandes guerras, las búsquedas honorables que reavivan el fuego antiguo. El hombre de nuestros días está demasiado ocupado contemplando partidos de hockey, conduciendo coches deportivos, alardeando de sus conquistas sexuales y siendo perezoso, llano y simple. Todos los rasgos de hombría y todas las trazas de virilidad han desaparecido, reemplazados por atributos femeninos como la ternura y la sensibilidad. Es preciso señalar que NO estoy criticando a nuestras hermanas paganas, sino simplemente exponiendo un hecho. Estos son atributos relacionados con el aspecto femenino, como la sensualidad, la maternidad y otros aspectos Lunares de naturaleza primordial. El varón es la representación Solar de la naturaleza primordial. En nuestro mundo pacifista vivimos en completa seguridad, lo cual únicamente significa que hemos sido derrotados de antemano, igualados y nivelados en lo peor, una vez eliminados los rasgos particulares de cada uno. El resultado de este intento de reparar el original ser andrógino resulta en una parodia del mismo. Esto es algo absolutamente intolerable para cualquier VERDADERO Hombre o Mujer del pueblo. No podemos negar nuestra naturaleza, y menos enfrentarnos a ella. Solamente podemos trascenderla.

Existen muchos ejemplos de autoproclamados fieles asatrú que condenan o han condenado toda violencia o enfoque combativo de las tradiciones paganas. Algunos han ido tan lejos como para aceptar cristianos y miembros no arios en sus rituales. Ciertos grupos abogan por la tolerancia e intentan difundir el Paganismo Integral como una especie de religión hippy del amor. Concretamente hablamos de las modernas vías de la Wicca, ese movimiento pseudo-neo-pagano reclutado entre homosexuales y drogadictos que creen que andar por los bosques con los pies descalzos les hace “uno con la naturaleza”, o que sus drogas alucinógenas les ayudan a comunicarse con Diana, Pan o quien sea. Estos fieles cristianizados que claman ser los verdaderos seguidores de las antiguas vías atacan a los tradicionales Asatrúa con falsas alegaciones de pervertir la esencia de la Fe, cuando de hecho son ellos quienes la pervierten con su religión humanitarista. Los antiguos nórdicos fueron conquistadores y temibles guerreros que no concedían tregua a sus enemigos y desde luego no hacían proselitismo de la fe de sus padres entre los miembros de otras razas. Al igual que los demás pueblos de Europa, los antiguos vikingos nunca forzaron en sus creencias al resto de los europeos, pues las vías del Norte no eran, ni mucho menos, las más apropiadas para todos.

Cuando observamos el panteón nórdico: Odín, Thor, Tyr, Heimdall, tanto a la tierna Freya como a las temibles Walkirias, todos ellos, varones y hembras, tienen un punto común de contacto: ¡la guerra! El combate, la defensa, todos los aspectos de la naturaleza walkírica. ¿Cómo pueden obviar esta realidad las más básicas tradiciones paganas que en nuestros días se reclaman tales? No permitiendo que se consuma el fuego ancestral, solamente resultará en un redespertar de nuestro espíritu y del espíritu de nuestro pueblo. El fuego primordial, combinado con el hielo primordial que representa nuestra frialdad: nuestra completa disociación de la decadencia judeo-cristiana y de las fes universalistas. Mientras ellos extienden su fe como una plaga alrededor del mundo y esclavizan tantos desechos humanos como les sea posible, nosotros nos esforzamos en restringir nuestras vías a nosotros y solamente nosotros mismos, siendo selectivos al abrir nuestros corazones aquellas individualidades que puedan escuchar la llamada del cuervo. No intentamos despertar a todas las mentes durmientes de su sopor judaico, pues el viento del Norte está reservado a aquellos que puedan y sepan descifrar su nombre en su sonido. Al contrario que el dios de los judíos, a Odín no le importa la cantidad; un millón de cobardes enfermizos nunca podrán acabar con un centenar de orgullosos y fuertes “Enherjars”. Para atravesar el Bifrost y vivir eternamente en las Salas de las lanzas y los escudos dorados se precisa mucho valor y coraje, que son las marcas del alma noble, y sólo a los guerreros les son concedidos tales honores.

Es para nosotros un imperativo retornar a la perspectiva de los verdaderos principios de la fe Asatrú. Las vías de la paz son para aquellos que abandonan el combate, que dan la espalda a la memoria de su pueblo y de sus ancestros. Esos autocalificados “neopaganos” deshonran la pureza de la Fe. Esos “neo” están en contra de la tradición y de ese modo insultan las creencias de nuestros pueblos. Han diluido la esencia hasta transformarla en algo aceptable e interesante para las masas. Nuestra vía es la vía del guerrero, en los niveles tanto físico como espiritual. Hacemos la guerra a todos aquellos que nos niegan la libertad de vivir nuestras vidas como lo hicieron nuestros padres, a estar orgullosos de nuestra herencia, nuestra cultura y nuestra sangre, a defender nuestras tradiciones, nuestro pueblo y nuestra Fe, a ser Hombres y Mujeres de integridad y honor en un mundo carente de integridad y de honor, a ser guerreros.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

LOS CELTAS.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La Muerte de un Dios.


La Muerte de un Dios.

En muchos sentidos (tal vez, en todos), nuestra cultura es heredera de la tradición judeocristiana, y como buenos descendientes de esa tradición, nos cuesta imaginar que un dios pueda ser aniquilado. La muerte de Jesús es sólo aparente: un destino que debía cumplirse; y digo aparente porque la fe católica le debe más en la Resurrección que en la Pasión.

Hoy hablaremos de la muerte de un dios.

Dentro de las creencias nórdicas existe la tradición del "Ragnarok" , que significa algo así cómo: "el crepúsculo de los dioses"; allí se nos describe con mucho detalle cómo los dioses caerán en una batalla épica ante las huestes de los Gigantes del Frío. El concepto es complejo, ya que muchas cosas deben cumplirse antes de que llegue el día del conflicto; profecías y hados de los cuales hablaremos en otro momento; pero lo central es que hay una batalla, de la cual los dioses no pueden librarse, y aún sabiendo que serán derrotados, anhelan que ese atardecer, el último, finalmente llegue.

Ahora bien, el mito del Ragnarok es gigantesco, profundo e insondable; allí morirá Odín, Señor de los Dioses; su espíritu divino se desgarrará bajo las fauces del Lobo. Destino cruel para el creador de las Runas, pero no exento de gloria: lucha con honor y cae; final feliz que el espíritu nórdico alaba y añora; pero existe otra tradición, menos pródiga en honores, más humana (si se quiere), o menos teñida de ese valor que sólo encuentra motivación en el sacrificio. En ella hay algunos rasgos patéticos que hubiesen sido más afines con el Romanticismo que con la fría Islandia. Allí muere un dios; lejos de los campos de batalla y de los grandes salones del Valhalla.

Imaginar un dios es tarea de filósofos y teólogos, imaginar su muerte es de poetas.

Este mito nace como historia en Islandia (aunque posiblemente se desarrolló primero en Noruega) dónde la nueva fe cristiana no separó a los hombres de los antiguos dioses, quienes siempre conservaron por ellos una profunda nostalgia. Los preservaron en mitos y leyendas; arraigados profundamente en el corazón, pero sólo eso; ecos de una grandeza que hizo temblar a Roma. Vivían aún en las fábulas, pero los templos y los viejos robles, sedes inmemoriales de su culto, yacían olvidados, escombros de un fe otrora poderosa.

Cierta noche llegó un anciano a la corte del rey Olaf Tryggvason. Los rasgos del anciano revelaban que era de noble cuna, pero algo en su porte le daba un aire etéreo, muy impropio de un anciano. Iba envuelto en una capa oscura, negra como las plumas del cuervo; el sombrero de alas anchas le cubría los ojos. Después de cenar, el rey se dirigió al Anciano y lo interrogó sobre los avatares de su vida. El Viejo respondió que su vida fue larga, demasiado como para describir sus pormenores, declaró que lo único que aún podía hacer con algún talento era tocar el arpa, y contar historias.

El fuego era un bastión frente a la noche, las sombras lamían las paredes del castillo, y las llamas crepitaban y saboreaban la dura madera del norte. Los hombres se reunieron en torno al Anciano; afuera, salvo el ronco aullido de algún lobo en el descampado, no se oía nada.

El Anciano se sentó de espaldas a las llamas, de manera que los oyentes veían su figura recortada: una espectral sombra encorvada por los años; vencida y desgastada por el recuerdo de mil desgracias y de efímeras alegrías. Sus dedos acariciaron el arpa, la música flotó sobre los hombres, y en cada oído palpitó con una melodía diferente: habló de Brunhild y de la dulce Krymild, de Sigurd y del enano Andvari, del dragón que duerme sobre las joyas, y de un río que es sepulcro de tesoros.

Cantó todas las cosas que pueden decirse con palabras; los hombres temían respirar, nadie deseaba quebrar el encantamiento. La música, derramada en los oídos, despertaba en los asistentes los ecos imprevisibles de la memoria: algunos veían a sus madres susurrándoles dulces y tristes historias, otros eran transportados al hogar de la abuela, quien narraba heróicas hazañas de ancestros olvidados; pero a todos los unía una sensación común, la certeza de que todas aquellas cosas (el fuego, el viejo, el castillo, acaso el Midgard) eran irreales.

Y así trascurrió la noche, los oídos atentos y el recuerdo vivo; finalmente, el Anciano relató el nacimiento de Odín. Dijo que las Tres Mujeres (que no deben nombrarse) auguraron que el niño no viviría más que la vela que se consumía sobre la mesa. Con la rapidez que provoca el terror, los padres de Odín apagaron la vela para que el niño no muriera.

El rey Olaf, quien se había convertido a la fe católica, declaró que la historia era falsa. El anciano torció la boca en una mueca que bien podía ser una sonrisa; buscó entre los infinitos pliegues de su capa y la presentó ante los hombres, una vela a medio consumir.

La depositó sobre la mesa y anunció:

"Quien tenga el valor para matar a un dios, ya sabe lo que debe que hacer"

El Viejo abandonó el salón y se sumergió en las heladas sombras.

Los hombres se miraron, pero nadie se movió. La noche reanudó sus sonidos: el viento azotaba las paredes del castillo, oprimiendo los corazones. El rey se puso de pie, tomo la candela, y la encendió.

El tiempo se hizo pesado, pegajoso; la vela, erguida sobre la mesa, se consumía lentamente. Cada hombre presagiaba un final diferente, algunos imaginaban que el cielo se quebraría, que infaustos rayos caerían para castigar tamaño sacrilegio. El tiempo pasó, un gallo cantó a lo lejos anunciando a la aurora; llegaron las primeras luces del día, los corazones se calmaron. La vela estaba consumida, yacía sobre la mesa, inerte, como los Viejos Dioses.

Los hombres se desperezaron, se pusieron de pie; cada uno con la intención de dirigirse hacia sus hogares. El rey, siguiendo las reglas de la hospitalidad, los acompañó hasta sus monturas. Salieron y el frío de la mañana les bañó el rostro; un cielo azul los cobijaba; caminaron unos vacilantes pasos y lo vieron: el Anciano, con el azul del cielo en los labios, yacía tendido en la hierba, consumido.

La leyenda quiere que el anciano muerto sea Odín, al menos así lo refieren los maestros de la tradición. Yo pienso que no; que es algo más. El Viejo es el último creyente de una fe abandonada; y también es Odín. Muere porque sólo él cree en los antiguos dioses; ya no queda otro, nadie realiza ofrendas ni eleva plegarias. No hay devotos sin un dios, ni dios sin creyentes.

Odín murió, es cierto, pero no en la infame batalla del Ragnarok, sino cuando se consumió la vida de su último creyente.
NO MATEMOS A LOS VERDADROS DIOSES.NO LOS DESTINEMOS AL OLVIDO.

lunes, 8 de diciembre de 2008

LAS 7 MARAVILLAS DEL MUNDO ANTIGUO.


Estas Maravillas, ordenadas según el período de su construcción, son las siguientes:

1. La Gran Pirámide de Gizeh. Terminada alrededor del año 2570 a. C., fue utilizada como tumba o cenotafio del faraón denominado Keops. Ubicada en Giza, Egipto, es la única de las siete maravillas que aún se puede contemplar.
2. Los Jardines Colgantes de Babilonia. Construidos en 605 a. C. - 562 a. C. Ubicados en la ciudad de Babilonia, actual Iraq. Perduraron hasta no más allá de 126 a. C., cuando la ciudad fue destruida definitivamente por los partos.
3. El Templo de Artemisa o Artemision en Éfeso (actual Turquía). Construido hacia 550 a. C. y destruido por un incendio intencionado en 356 a. C., Alejandro Magno ordenó su reconstrucción, culminada tras su muerte en el año 323 a. C. Este nuevo templo, que debe ser considerado como el incluido dentro de la lista de las maravillas, fue destruido a su vez por los godos durante un saqueo en el año 262.
4. La Estatua de Zeus en Olimpia. Esculpida hacia 430 a. C. por Fidias. Ubicada en el interior del templo dedicado al propio Zeus en Olimpia, Grecia, desapareció entre 393, año en que el emperador Teodosio el Grande prohibió el culto pagano, y 426, en que Teodosio II ordenó la demolición de los monumentos de Olimpia.
5. El Sepulcro de Mausolo (Mausoleo) en Halicarnaso. Construido hacia 353 a. C. y situado en la ciudad griega de Halicarnaso, actual Bodrum (Turquía). Se mantuvo en pie a lo largo de los siglos, pero una serie de terremotos hizo que hacia 1404 ya hubiera quedado reducido a ruinas.
6. El Coloso de Rodas. Construido entre 294 a. C. y 282 a. C. Ubicado a la entrada del puerto de la ciudad de Rodas en la isla de Rodas, Grecia, fue derribado por un terremoto en el año 223 a. C., por lo que fue la más efímera de las maravillas.
7. El Faro de Alejandría. Construido entre 285 a. C. y 247 a. C. en la isla de Pharos, en Alejandría (Egipto), para guiar a los navíos que se dirigían al puerto de la ciudad. Al igual que la tumba de Mausolo dio nombre genérico a todos los grandes monumentos funerarios que la siguieron, la torre de Faros (Pharos) hizo lo propio con las torres de señales para la navegación. El Faro perduró hasta que los terremotos de 1303 y 1323 lo redujeron a escombros; en el año 1480, sus restos fueron reutilizados en la construcción de una fortaleza cercana.

El hecho de que cinco de las siete maravillas pertenezcan al mundo helenístico indica claramente el carácter helenocéntrico de la lista, y sus fechas de construcción y destrucción también indican que el concepto de las "Siete Maravillas" debió acuñarse a mediados del siglo III a. C.
1-LAS PIRÁMIDES DE GIZEH EN EGIPTO


La más antigua de las maravillas, y, curiosamente, la única que ha llegado hasta nosotros, es el monumental conjunto de las pirámides de Gizeh, en Egipto. Todos hemos oído hablar de ellas y conocemos su aspecto, así como sabemos que eran las tumbas de los faraones. Pero acerquémonos más, y averigüemos algunos detalles interesantes.

Los egipcios iniciaron la construcción de pirámides hace muchísimo tiempo, a lo largo de su Antiguo Imperio: ¡Las más antiguas tienen cerca de CINCO MIL años! En efecto, la más antigua que se conoce es la pirámide escalonada de Sakkara, tumba del faraón Djoser, que data del 2750 a. de C. El arquitecto inventor de la pirámide fué el gran Visir, y famoso sabio, Inhotep. Después de este primer ejemplo, los egipcios continuaron construyendo pirámides hasta bien entrado el Imperio Medio, en que se pasó a emplear el sepulcro subterráneo en vez de las pirámides. Sin embargo, del Antiguo Imperio nos han quedado nada menos que ochenta de éstas, repartidas por el Bajo Egipto.


Imaginemos ahora que estamos presentes en el séquito funerario del faraón Khufu. Una ligera embarcación nos transporta por el Nilo desde la antigua capital, Menfis, hasta la necrópolis de sus afueras, en la vasta llanura de Gizeh. Allí abundan las construcciones funerarias, pues es el cementerio donde van a parar todos los habitantes de la capital, nobles o villanos. Nuestra embarcación se detiene: en la orilla nos espera una comitiva de sacerdotes. Detrás, espera el templo construído especialmente para nuestro faraón, donde se le rendirá culto igual que a un dios (¿acaso no es de naturaleza divina?). Aquí es donde el cuerpo del faraón es preparado convenientemente e introducido en el sarcófago. Después, una comitiva trasporta a éste a lo largo de una vía funeraria hacia su sepultura.

Ya vemos las pirámides. Su impresionante mole destaca sobre el horizonte de la llanura, dejándonos boquiabiertos. ¡Todo eso es piedra! Bloques de granito descomunalmente pesados, de un metro de altura, forman las filas tan apretadamente que no es posible introducir ni un cuchillo entre ellos. Las filas de piedras están pintadas, formando franjas de diferentes colores; la punta es de color dorado. Todas las pirámides, absolutamente todas, tienen la misma alineación: están orientadas al norte con total exactitud. Los lados de la pirámide tienen una inclinación impresionante, de 51 grados, que cuando nos acercamos más nos produce la sensación de que la pirámide "se nos cae" encima. En los alrededores, se encuentran las pirámides menores y las (edificaciones rectangulares de paredes inclinadas) para los altos funcionarios.

Estamos ante la pirámide. Sus dimensiones son impresionantes: 146.59 m de altura, 230 m de ancho. Tras subir un poco por su parte lateral, penetramos en su interior. A la fluctuante luz de las antorchas vamos descubriendo las paredes, perfectamente lisas, como corresponde a la sepultura de una encarnación del dios Ra. Tras depositar el sarcófago en la cámara sepulcral, el corredor será cegado y disimulado, para evitar robos. La pirámide contiene asimismo una falsa cámara sepulcral.

A pesar de todas estas precauciones, son pocas las tumbas egipcias que permanecerán intactas hasta la llegada de los arqueólogos. Los ladrones de tumbas irán saqueando con el paso del tiempo la mayoría de las pirámides y sepulcros. Cuando el arqueólogo Flinders Petrie entre en las tumbas reales de Abydos, unas de las más antiguas de Egipto, sólo podrá encontrar un brazo de la momia de una reina. De las tres grandes pirámides, sólo la más pequeña, la de Micerino, permanecerá intacta.

Una controversia famosa relacionada con las pirámides es la relación entre el doble de la longitud de su lado y su altura: el número "pi". ¿Porqué tomarían tantas molestias los antiguos egipcios para conseguir que sus construcciones mantuvieran una relación matemática tan precisa? Personalmente prefiero pensar que lo hicieron porque era la forma más segura de conseguir que la inclinación de las pirámides fuera uniforme, y de que éstas serían perfectamente regulares. En efecto, si pensamos que probablemente se servían de ruedas de madera para medir longitudes de forma fácil y exacta, veremos que con una de éstas ruedas, hecha de la misma altura que los bloques de piedra, se comprobaba la inclinación rápidamente: cada nueva hilera de piedras debía medir media vuelta menos. De esta forma sale, automáticamente, la relación de Pi entre el doble del lado y la altura de la pirámide. Suena lógico, ¿verdad? Pero ello no implica necesariamente que los antiguos egipcios conocieran el número Pi; después de todo, éste sale automáticamente debido a que se realizaron las medidas basándose en ruedas.


Han pasado ya cerca de cinco mil años hasta nuestros días, y la humanidad todavía no ha realizado nada semejante. La más pequeña de las tres pirámides de Gizeh multiplica varias veces el peso de la mayor de las construcciones modernas; y es que los aparejadores de nuestros días se las verían y se las compondrían para enfrentarse con esos enormes bloques de piedra, difíciles de manejar hasta para las más potentes grúas. Cuando pensamos en que los antiguos egipcios carecían de máquinas, que movían las enormes piedras sólo con el esfuerzo físico de cuadrillas de docenas de trabajadores, nos parece un milagro. De hecho, ni siquiera los propios egipcios fueron capaces de superarlo: continuarían construyendo pirámides durante siglos y siglos, sin llegar a igualar el esplendor de las pirámides de Gizeh, que sorprendentemente, fueron de las primeras que se construyeron.

Como corolario, citaré dos testimonios célebres: el de Abd-ul-Latif, que dijo "Todas las cosas temen el tiempo, pero el tiempo tiene miedo a las pirámides"; y el de Napoleón, que comandó una expedición a Egipto cuando era Primer Cónsul, y pronunció las conocidas palabras "Desde lo alto de estas pirámides, veinte siglos nos contemplan".

Pero aún nos queda una visita que realizar en la llanura de Gizeh: la de la esfinge. Esta escultura, que representa a un león con rostro humano (se cree que representa al faraón Khafra; al menos, viste sobre la cabeza el típico klaft, manto que llevaban los faraones) es contemporánea de las pirámides, mide 70 metros de longitud y 20 de altura. Para construirla, aprovecharon un montículo de caliza en la llanura, que labraron y completaron con bloques de piedra. Cuando ya contaba con mil años de edad, el faraón Tuthmosis IV hizo esculpir entre sus patas una escena representando un sueño, en el cual la esfinge le daba el trono en recompensa por haberla salvado de morir sepultada bajo la arena del desierto. Otros mil y pico años más tarde, en la época romana, se excavó un santuario en el seno de la esfinge. Y cuando la esfinge ya superaba los cuatro mil años, estas modificaciones posteriores pasaron a ser destructivas en vez de constructivas: los iconoclastas primero, y los mamelucos después, mutilaron el monumento, dañando sus ojos y arrancándole su nariz.

2-LOS JARDINES COLGANTES DE BABILONIA

Nos disponemos ahora a realizar un prodigioso salto hacia delante en el tiempo: nada menos que dos mil años deben transcurrir para que nuestro viaje nos lleve a la famosa Babilonia - llamada Babel en la Biblia - a orillas del Éufrates. A pesar de que el nombre de esta ciudad figura en los anales de la historia desde hace dos milenios, vemos que todas las construcciones son nuevas y recientes: y es que los asirios la destruyeron hasta los cimientos. Pero al fin los babilonios, con la ayuda de los medos y los escitas, vencieron por completo a los asirios, y la ciudad fué esplendorosamente reconstruída.

Estamos a mediados del siglo VI a. de C., y gobierna el rey Nabucodonosor II, el más famoso de todos los del mismo nombre. Además de un gran guerrero y conquistador, Nabucodonosor es también un gran arquitecto: la ciudad rebosa de construcciones monumentales. Sin embargo, algo se echa de menos en esta majestuosa ciudad: todo es demasiado llano, demasiado rectilíneo. Si subimos lo suficientemente alto, veremos toda la ciudad de un vistazo.


Esto entristece a Amytis, la esposa de Nabucodonosor. Ella es una princesa meda, y se crió en montes y colinas exuberantes de vegetación. Esta tristeza disgusta al rey. ¿Acaso no es el más famoso constructor de su tiempo? Enseguida ordena traer grandes piedras, pues los ladrillos utilizados normalmente no resisten bien la humedad. Así, edifica una serie de terrazas escalonadas en las cuales deposita la tierra necesaria y empieza a plantar árboles, flores, arbustos, etc. También construye una máquina semejante a una noria que transportará el agua desde un pozo hasta los jardines para regarlos. En poco tiempo, éstos rebosan de vegetación, y las copas de sus árboles se divisan incluso desde fuera de las dobles murallas de la ciudad. Nabucodonosor ha conseguido crear un aparente monte cubierto de exuberante vegetación.

Sobre los jardines colgantes existe también una leyenda, que sitúa la fecha de su construcción cinco siglos antes, a finales del s. XI a. de C. Según esta leyenda, es la reina Shammuramat, llamada Semíramis por los griegos, quien construye los jardines. Shammuramat gobierna el imperio asirio como regente de su hijo Adadnirari III, desde la muerte del rey Shamsidad V, y además de construir los jardines colgantes, conquista la India y Egipto. Termina sus días suicidándose a causa del dolor que le produce descubrir una conjura contra ella urdida por su hijo. Algo trágico... como era de esperar en una leyenda, sobre todo teniendo en cuenta que fueron los griegos quienes la recogieron.


En el año 539 a. de C. los persas conquistan Babilonia, y ello provoca su decadencia. La población va menguando y, para cuando Alejandro Magno visita la ciudad (sobre el 326 a. de C.) parte de ésta se encuentra en ruinas. La destrucción definitiva tiene lugar en el año 126-125 a. de C., fecha en la que el parto Evemero conquista la ciudad y la incendia. Desde entonces no quedan más que las ruinas a orillas del Éufrates.

3-EL TEMPLO DE ARTEMISA EN EFESO


Nuestro viaje nos lleva ahora a tierras helenas, donde buscaremos la mayor parte de las maravillas que nos faltan por ver. La Grecia Clásica es el auténtico faro de la civilización de su tiempo, y no es de extrañar que sea allí donde los artistas florecen y realizan sus más excelsas obras.

Nos detenemos en la ciudad de Efeso, a orillas del mar Jónico y junto a la desembocadura del pequeño Meandro. Seguimos a mediados del siglo VI AC. Ésta ciudad ha sido desde siempre un centro de culto a la diosa Artemisa, llamada después Diana por los romanos. Se trata de la soberana de la naturaleza selvática y de los animales salvajes, y suele representársela acompañada por una cierva y armada de arco y flechas. Desde muy antiguo, existe un templo dedicado a la diosa. Pero en el siglo VII a. de C., la ciudad sufrió el ataque de los sumerios y aunque se resistió, no se pudo evitar que el templo se incendiara y fuera destruido.


Pero ahora casi toda la Jonia ha pasado a manos del rey de Lidia: Creso.
Sí, el mismo que ha inventado esos nuevos y extraños discos de metal llamados "creseidas" que se suponen que van a hacer las veces de moneda. Nadie sabe dónde pararán estos inventos modernos... pero Creso es un protector de sabios y artistas, el mismo Esopo ha pasado por su corte, y se propone levantar un nuevo templo a Artemisa, mejor que el anterior.

Para ello se lleva a cabo una suscripción pública; todos los ciudadanos donarán algo de dinero para el templo nuevo.

Finalmente el templo se levanta. Cuenta con 127 impresionantes columnas de 20 metros de altura, algo descomunal para su época, y cuenta con esculturas de Escopas.

Este templo ilumina la ciudad de Efeso durante dos siglos. Sin embargo, llega la tragedia: en el año 356 a. de C., el pastor Eróstrato destruye el templo incendiándolo, por puro afán de fama. Sin duda consiguió lo que buscaba, como lo prueba el que recordemos su nombre. Pero tal vez consiguió algo más que eso: demostrar a todos los hombres que por cada Escopas hay un Eróstrato, y que las maravillas construidas por el hombre deben ser protegidas del propio hombre.


Esta historia tiene un epílogo: cuando alrededor de veinte años después, Alejandro Magno ocupó la ciudad de Efeso y residió en ella por un tiempo, escuchó la historia del templo de Artemisa y descubrió que había sido destruído la misma noche en que había nacido él. Al parecer fué esta coincidencia la que le impulsó a reconstruir el templo, durante el tiempo que permaneció en Efeso instaurando un gobierno democrático. Una vez terminado, el nuevo templo (que hace el número tres en nuestra cuenta) contó con un retrato del propio Alejandro, pintado por Apeles, el más famoso pintor griego. Aunque el templo de Artemisa no recuperó jamás su pasado esplendor, al menos su antigua fama le valió una pronta reconstrucción.

4-LA ESTATUA DE ZEUS EN OLIMPIA


Nuestro viaje saltará ahora un siglo adelante en el tiempo, pero en compensación no recorreremos apenas distancia; tan sólo unos pocos kilómetros hasta Olimpia, en la Élida, centro religioso de la antigua Grecia donde se rinde culto al principal de entre todos los dioses: Zeus. Aquí, bajo el monte Olimpo (uno de los muchos que hay en Grecia con ese nombre), se celebra cada cuatro años la más famosa de las festividades en honor de Zeus: la Olimpiada.

Estamos en el 450 a. de C., y se está terminado de construir el impresionante templo de Zeus, para el que no se escatiman medios: los mejores escultores de Grecia trabajan en él. Los dos frontones representan los preparativos de la competición atlética de Pelópe y Enomao para obtener la mano de Hipodamia, y la lucha entre lapitas y centauros en la boda de Piritoo. Estos frontones, junto con las metopas, serán considerados no sólo el más importante conjunto escultórico del estilo severo, sino las más notables series escultóricas del arte clásico griego junto con el Partenón.
Su autor, de quien no se sabrá el nombre, será conocido como el Maestro de Olimpia.


Pero nos queda por ver lo mejor del templo: la estatua de Zeus. Para realizarla se ha llamado nada menos que al más famoso de entre todos los escultores de la antigua Grecia: Fidias. Su estilo, por su plasticismo, por su equilibrio en la elección de temas, en la composición y en la gradación de los efectos del claroscuro, por su representación esencial, sin ser detallada del cuerpo humano, por su majestuosa y noble serenidad, y por su armonía de formas, consigue ser la encarnación de los ideales del arte griego.


Fidias pone manos a la obra representando al dios sentado sobre un trono. La inmensa estatua no puede ser más llamativa a la vista: Fidias emplea la técnica crisoelefantina, consistente en cincelar sobre marfil y añadir por encima oro, representando la carne y las vestiduras del personaje. Y además de todo esto, el trono está adornado por diversas pinturas. Fidias empleará más de un año en llevar a cabo la estatua, lo cual nos da idea de su gran tamaño y de su detalle y calidad.

A diferencia de las dos maravillas anteriores, esta va a perdurar durante bastante tiempo: unos mil años, hasta que los terremotos que se producirán en el siglo VI d. de C. destruyan el templo en su mayor parte.

5-EL MAUSOLEO DE HALICARNASO

Volvemos a saltar un siglo hacia delante en el tiempo, y llegamos al año 352 a. de C. Las maravillas del mundo, que ya sumaban cuatro, vuelven a ser sólo tres, puesto que Eróstrato acaba de consumar su infame obra destruyendo el templo de Artemisa, hace apenas cuatro años. Pero el relevo va a llegar enseguida: una nueva maravilla será construída, dándose tales coincidencias entre ambas, que parece obra de una magia bienhechora decidida a compensar la pérdida.


Estamos en Halicarnaso, en la Caria, un estado del Asia Menor. Se trata de una ciudad importante; incluso cuenta con una fábrica de esos extraños discos de metal inventados por Creso que hacen las veces de moneda.
La ciudad luce esplendorosa: Mausolo ha conseguido llevarla a su cenit. Pero ahora la ciudad está de luto, pues Mausolo acaba de fallecer. ¿Qué tumba, que sepulcro será suficiente para un rey así? Su viuda Artemisa toma la decisión de no reparar en gastos; y de pronto, es como si toda la ciudad supiera que nunca más volvería a vivir una época tan magnífica como la de Mausolo, disponiéndose a demostrar su reconocimiento haciéndole la sepultura más especial de la historia, tanto, que dará nombre a los "mausoleos" que se construirán en el futuro.

Ya están en marcha las obras: los arquitectos Sátiros y Piteos construyen un podio rectangular; sobre él, se levanta una columnata de orden jónico; sobre ésta, una pirámide escalonada. Y en lo más alto, una estatua representando una cuádriga. El conjunto alcanza la vertiginosa altura de 50 metros. Pero eso no es todo; los mejores escultores griegos de la época esculpirán las estatuas y relieves: Briaxis, Timoteo, Leucastes y el famoso Escopas (que nada tiene que ver, salvo el nombre, con el escultor del templo de Artemisa).

Pero esta maravilla, va a ser la menos duradera de todas. Apenas dieciséis años más tarde, en el 334 a. de C., Alejandro Magno destruye la ciudad. Él, que ordenara reconstruir el templo de Artemisa en Efeso, muestra ahora su semblante destructor. Y aunque poco después los reyes egipcios conquistarán la Caria y reconstruirán Halicarnaso, ciudad que permanecerá hasta nuestros días (hoy llamada Bodrum), del mausoleo sólo nos quedará la leyenda.

6-EL FARO DE ALEJANDRÍA

Vamos a saltar ahora unos setenta años hacia delante, y a viajar de nuevo a Egipto. Estamos en el año 280 a. de C., y desde que Alejandro liberó a este estado del dominio persa, los lazos entre griegos y egipcios se han estrechado: tanto, que su rey Ptolomeo II, es de origen griego.
Esta fusión de egipcios y griegos tiene especial relevancia en la capital, Alejandría. Fundada por Alejandro Magno en el 332 a. de C., esta próspera ciudad se ha convertido en el más importante foco de la cultura helena.


Pero esta vez la maravilla no va a ser un templo, ni ninguna otra clase de edificio, sino una torre. Para guiar a los numerosos barcos que acuden constantemente a Alejandría, el rey ha decidido construir una torre que identifique el lugar de la ciudad desde muy lejos. Para ello han escogido la pequeña isla de Faros, frente al puerto.

El arquitecto Sostrato de Cnido dirige las obras, que conforme avanzan, adquieren un aspecto más impresionante. Cuando se finaliza, la torre mide más de 120 metros. En su cima está equipada con espejos metálicos para señalar su posición reflejando la luz del sol; y por las noches, a falta de luz, se enciende una hoguera.


Esta maravilla va a durar bastante: unos mil seiscientos años, hasta que en el siglo XIV los terremotos la derriben. De nuevo, como el Mausoleo, el nombre de esta maravilla - que en realidad es "la Torre de Faros"- designará a todas las construcciones posteriores realizadas con el fin de mostrar el camino a los barcos.

7-EL COLOSO DE RODAS

Sin viajar apenas en el tiempo (apenas unos tres años hacia delante, hasta el 277 a. de C.) vamos a presenciar la construcción de la última de las maravillas. Para ello abandonaremos el Asia Menor y nos internaremos en el mar Egeo. Allí, apenas a 18 kilómetros de la costa, encontraremos la más importante de las islas Espóradas: Rodas. Es importante porque su ciudad, del mismo nombre, es la capital del Dodecaneso, archipiélago compuesto por una veintena de islas. La situación geográfica de Rodas es privilegiada para comerciar con Grecia, el Asia Menor e incluso Egipto, y gracias a eso se ha convertido en el centro comercial más importante del Mediterráneo Oriental.


Por ello no es extraño que alguna potencia de la época ambicione apoderarse de Rodas e intente tomarla, como Macedonia. Su rey, Demetrio I Poliarcetes, es conocido por su experiencia en el arte militar, sobre todo en los asedios, tanto, que en futuro los militares se referirán a la técnica de asediar fortalezas como "Poliarcética". Demetrio ataca pues, Rodas. Sin embargo, la ciudad resiste los embates de este temible guerrero, quien finalmente se retira.

Para celebrar este triunfo, la ciudad decide elevar un monumento memorable a Helios, dios del sol, en el puerto. Dirige las obras Cares de Lindos, discípulo de Lisipo. La estatua va creciendo, primero el armazón de hierro y sobre él las placas de bronce. Finalmente, cuando la estatua se termina mide nada menos que 32 metros de altura. Su fama atraerá a viajeros de todo el mundo antiguo para verlo.


Con el Coloso, llegaron a ser cinco las maravillas del mundo que se alzaban sobre la faz de la tierra, número que no fué superado sino que fué decreciendo. Cincuenta y seis años después de su construcción, en el 223 a. de C., un terremoto derribó al Coloso. Los habitantes de Rodas, siguiendo el consejo de un oráculo, decidieron dejar yacer sus restos donde cayeron. Y así fué, durante cerca de novecientos años, hasta que en el 654 d. de C. los musulmanes se apoderaron del bronce como botín en una incursión.

La leyenda del Coloso tendió, cómo no, a agrandar sus proporciones. Durante el renacimiento el Coloso fué "descubierto" por los humanistas, al igual que el resto del arte griego, y su magnificencia fué remarcada haciéndose circular que su tamaño era tal que los barcos pasaban entre sus piernas. Pero el Coloso no necesita de mitificación: habrá de pasar la friolera de dos mil años hasta que el hombre realice otra estatua colosal que la supere, lo cual lo dice todo.